1° De Enero
Del Año 2000…
Amber Peterson era una chica de treinta y cinco años bastante solitaria. Aquel trabajo como vendedora de bienes raíces, le había consumido el tiempo tanto para la diversión, como para el amor. Y aunque todo consistía en conocer personas nuevas ante los negocios, no tenía mucha suerte.
Aquella noche se encontraba recostada sobre su cómodo sofá, mientras leía una revista de casas que aún le hacían falta por vender.
El reloj de pared ya casi marcaba las 8: 30 PM, y con pijama puesto, comenzó a bostezar.
-Estos últimos años no han sido tan productivos…
Tras un susurro que reflejaba su inconformidad, decidió apartar la revista para tomar el control remoto.
Encendió la televisión en el canal tres, pero lamentablemente, la novela que se transmitía no era del todo interesante, así que decidió cambiar al siguiente. El resultado era el mismo.
Al no tener un programa que pudiera llamar su atención, decidió presionar el botón sin querer detenerse. Así fue hasta llegar al canal diez, y una extraña noticia resaltaba la pantalla de su televisor.
-Damas y caballeros, bienvenidos al año 2000, una nueva era para la humanidad, pero un puntapié para los creyentes del Apocalipsis.
Era un noticiero sin lugar a dudas. En él se trataba uno de los rumores más escandalosos que ha tenido el mundo a través de la historia.
-Basura… (Susurró mientras volteaba los ojos)
De ésta manera, siguió cambiándole hasta llegar al canal doce. Y allí, otro noticiero se transmitía indudablemente.
-¡No hubo fin del mundo!, este rumor que la humanidad se ha creado ha pasado a la lista de profecías erróneas.
-Más basura.
Cambió al siguiente canal, pero en esos momentos, un documental se estaba transmitiendo con el mismo tema.
-El efecto del Y2K, sólo fue un mito, las computadoras y los aparatos electrónicos no fueron poseídos, aunque los suicidios masivos han sobrepasado las listas de una manera alarmante.
-Dios mío, otra vez no.
Al observar que definitivamente no había nada que fuese de su agrado, decidió apagar la televisión, arrojó el control remoto en el suelo. Ya nada podría molestarla, pensó.
Se dirigió a su habitación en el segundo piso. Y al recostarse en la cama, partió sin pensarlo dos veces al tren de los sueños.
Transcurrieron aproximadamente dos horas desde entonces, pero aquel viaje astral fue interrumpido de una manera inesperada. Se trataba del sonido semejante al motor de un refrigerador andando. Tan parecido al que suele molestarte a media noche cuando se enciende.
Amber abrió los ojos lentamente, y al voltear a su costado izquierdo, pudo notar que la pantalla de su gran ordenador, era lo único que brillaba entre la obscuridad de su gran alcoba. Quedó extrañada por un momento, pero después se levantó inmediatamente.
-Qué raro, no recuerdo haberla dejado encendida.
Decidió apagarla sólo presionando el botón de enfrente. Y dando media vuelta, se dispuso a ir de nuevo hacia su cama. Aunque algo la detuvo; la brillantez de la pantalla volvió a quitarle el puesto a la obscuridad.
-Maldita chatarra del siglo pasado.
Volvió hacia la computadora nuevamente. Pero el programa de “Word”, en forma repentina, se abrió por sí solo. Y sobre la hoja electrónica se formaron las siguientes palabras:
Amber quedó inmóvil por unos momentos. Sin mencionar que los botones del teclado se hundían cada que las oraciones aparecían.
-¿No piensas responderme Amber Peterson?
-¿Quién diablos eres?
-Quiero verte hecha pedazos.
Amber mantuvo una respiración bastante ajetreada, y sin apartar sus ojos de la pantalla, retrocedía lentamente sin poder creerlo.
Dentro de poco, muchas de las páginas Word se llenaban de infinitas oraciones que decían: “Quiero verte hecha pedazos” una y otra vez.
-¡Detente ya!
Tras exclamarle con desesperación, Amber empujó su computadora al piso. Chispas salieron disparadas por doquier mientras que una pequeña llama surgía de su interior. Encendió la luz de la habitación, y al sostener una mirada ida, decidió sentarse un rato en la cama.
De pronto, un extraño manto eléctrico emergió desde el interior de su impresora. La chica se levantó alarmada al verlo.
Emitía un sonido que no fue tan común para ella. Fue como un estómago que advierte, como una digestión o tripas en circuitos retorcerse.
-¿Por qué?, esto no puede estar pasando…
En pocos instantes, la máquina empezó a arrastrar los papeles que tenía puestas. Y de aquella boquilla rectangular, salió la primera hoja que decía: -Estúpida, ¿crees que con eso lo resuelves todo?, no eres más que una mediocre vendedora de casas, ¡púdrete!
En la siguiente:
-No vas a salir con vida imbécil
-¡Déjame en paz!
Tras aquel alarido, se dirigió al clóset de su habitación, y tomando el bat metálico que tenía por seguridad hasta acercarse con malas intencionas hacia su aparato autónomo. De esa manera terminó con su impresora.
Aunque, no fue precisamente eso lo que pudo detenerla. Un rayo electromagnético de color rojizo, salió disparado desde su interior hasta introducirse en la bombilla de su habitación.
-¿Qué demonios es eso?
Aquella pregunta se repitió, pero ésta vez desde el interior del foco. Como si la extraña entidad intentara copiarle su voz. Después, todo el techo se cubrió con un manto eléctrico de color rojo.
-¡Peterson!, ¡estoy aquí!
Surgieron los gritos desconocidos de un algo sin explicación, salidos incluso de la irrealidad de una locura.
Luego, un ojo se formó en el cristal de aquel foco, como si en verdad se tratara de que alguien estuviese adentro.
-Esto… no puede… no, no puede estar ocurriendo.
La aún sorprendida, dejó caer el bat al suelo, y atrapada entre lo que para muchos es lo falso o lo ficticio, siguió sin poder creerlo.
De pronto, unos extraños tentáculos eléctricos se desprendieron del techo, al mismo tiempo que se acercaban peligrosamente hacia ella.
Fue allí cuando Amber recobró los sentidos, y corriendo afuera de su propia habitación, cerró la puerta de una manera muy brusca.
Fue entonces cuando el silencio se apoderó de todo el contexto. Tanto que no parecía silencio en realidad, sino una especie de trampa propiciada por el mismísimo ruido.
-¡¿Por qué me haces esto?!
La pobre chica gritó una vez en el pasillo. Pero justo cuando terminó de hacerlo, la puerta fue cubierta por la extraña electricidad rojiza. Luego, aquella manta comenzó a recorrer los alrededores del portal.
-¡No vas a salir con vida Amber!
La chica, tras escuchar aquella amenaza, bajó de inmediato al primer piso. Tomó el teléfono que tenía en la pared de su sala, y desesperantemente, marcó algunos cuantos números.
-Novecientos once, ¿cuál es su emergencia?
-Ayúdeme señorita, por favor, está dentro de mi casa, no sé lo que sea pero aún me sigue, ¡aún me sigue!
-Espere, más lento, ¿Quién la está siguiendo?
-No tengo idea, ¡no tengo una maldita idea!, ¡sólo sé que salió de mi computadora!
-Mire, hemos recibido toda la noche llamadas parecidas a la suya, por favor, deje de hacer bromas de este tipo, una emergencia verdadera puede ocurrir en cualquier instante.
-No, ¡por favor no me cuelgue!, digo la verdad.
-De acuerdo Amber, ¿cuál es su dirección?
-Mi dirección es… espere, no puede ser, ¿cómo sabe mi nombre?, no se lo dije, ¿cómo demonios lo sabe?
-Amber, Amber, Amber, ¡quiero verte hecha pedazos!
Soltó el teléfono repentinamente mientras quedaba descolgado. Aunque también, aquel cable comenzó a menearse de un lado a otro como si fuera una serpiente a punto de atacar.
-¿Qué es lo que quieres de mí?, ¿por qué lo haces?
-¡Humanos idiotas! (Se escuchó desde la bocina del teléfono)
En esos momentos la televisión se encendía y se apagaba. Mientras que, de igual manera, un tentáculo eléctrico emergía de en medio de la pantalla.
-¡Largo de mi casa!
Tomó una cabeza de mármol en forma de Abraham Lincon que se encontraba en uno de los estantes, y arrojándola inmediatamente, rompió la pantalla de aquel viejo televisor. Sin embargo, un último grito de aquella entidad, hizo que la pobre chica sobresaltara del susto una vez más.
-¡Volveré por ti!
Luego, todo volvió al silencio común, y aquella entidad no volvió a aparecerse durante meses.
Después de un año, Amber obtuvo trabajo en la torre norte del World Trade Center. Su cubículo se encontraba junto al gran ventanal del edificio, así que la vista de Nueva York era perfecta desde ahí. Un hombre obseso se acercó hasta donde se encontraba ella.
-Buenos días señorita Peterson, necesito que recoja unos documentos a la torre sur y me los traiga cuanto antes.
-Por supuesto señor Vincent, enseguida.
-Perfecto, ¡ah!, ¿y podría traerme también un café señorita Peterson?, por favor, se lo agradecería bastante.
-Claro, no hay problema.
El hombre salió rápidamente, mientras ella formaba un gesto de fastidio y repugnancia hacia aquel sujeto.
Pronto se levantó de la silla giratoria, e inmediatamente decidió bajar el edificio usando el elevador.
-Necesito que vaya a traerme unos papeles señorita Peterson, ¿podría traerme también un café señorita Peterson?… gordo estúpido.
Rezongaba con un tono burlón mientras el ascensor seguía bajando.
De pronto, una música extraña empezó a sonar dentro de su bolso. Así que se dispuso a revisar entre las mil y un cosas que traía en él, hasta darse cuenta por fin de que se trataba de su I Pod.
Quiso apagarlo, pero aunque presionara los botones le fue imposible.
La supuesta canción tenía por nombre: “Vine por ti” con la interpretación de: “Quiero verte hecha pedazos”.
Un rayo eléctrico surgió desde su I Pod hasta adentrarse al elevador. Lo cual hizo que se detuviera de inmediato.
-¡Sácame!, ¡¿qué quieres de mí?!
Otra canción empezó a sonar, sin embargo, la voz distorsionada repetía con un tono de macabra alegría:
-¡Vamos a despertar!… en los cielos azules, ¡feliz vuelo Amber!
Y lo último que se pudo escuchar, fue el impacto del avión 11 de American. Acompañado de una gran explosión.
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